jueves, 9 de octubre de 2014

La batalla que no elegimos



Todo el mundo sabe lo que es el cáncer. La mayoría de la gente tiene un familiar, amigo o conocido que padece o ha padecido esta terrible enfermedad, pero quizás no todos conozcamos la historia de quienes la sufren día a día.

Esta es la historia de Jennifer Blurry y Angelo Merendino, la historia de una lucha que duró 4 años y que, lamentablemente como en muchos casos, acabaron perdiendo.

Angelo es fotógrafo, y comenzó a retratar cada momento de la lucha de su esposa contra la enfermedad. Al principio era algo íntimo, como una forma de contar a las personas de su entorno cómo lo estaban viviendo, pero poco a poco se convirtió en una forma de concienciar a las personas, para intentar prevenir el cáncer de mama, y poner rostro a la enfermedad e intentar humanizarla.

Esta es la historia de Jen y Angelo, contada por este último a través de su blog My wife´s fight with breast cancer (La lucha de mi mujer contra el cáncer de mama) y de sus fotografías.

























La primera vez que vi a Jennifer lo supe. Supe que ella era la elegida. Lo supe, al igual que cuando mi papá cantó con sus hermanas en el invierno de 1951 después de reunirse con mi madre por primera vez, “la encontré.”

Un mes más tarde Jen consiguió un trabajo en Manhattan y dejó Cleveland. Yo iría a la ciudad – a ver a mi hermano, pero realmente quería ver a Jen. En cada visita mi corazón gritaba en mi cerebro “díselo!”, pero no podía reunir el valor para decirle a Jen que no podía vivir sin ella. Mi corazón finalmente se impuso, como un colegial le dije a Jen “Estoy enamorado de tí.” Para el alivio de mi corazón palpitante, los hermosos ojos de Jen se iluminaron y me dijo “¡Yo también!”

Seis meses más tarde, recogí mis pertenencias y volé a Nueva York con un anillo de compromiso ardiendo, haciendo un agujero en el bolsillo. Esa noche, en nuestro restaurante italiano favorito, me puse de rodillas y le pedí a Jen que se casara conmigo. Menos de un año después nos casamos en Central Park, rodeados de nuestra familia y amigos. Más tarde, esa noche, bailamos nuestro primer baile como marido y mujer, acompañados por mi padre y su acordeón – ♫ “Estoy en el estado de ánimo para el amor…” ♫

Cinco meses después Jen fue diagnosticada con cáncer de mama. Recuerdo el momento exacto… la voz de Jen y la sensación de entumecimiento que me envolvió. Ese sentimiento nunca se ha ido. Tampoco olvidaré nunca la manera en que nos miramos a los ojos del otro y nos cogimo de las manos. “Estamos juntos, vamos a estar bien.”

Con cada reto nos acercábamos más. Las palabras llegaron a ser menos importantes. Una noche Jen acababa de ser admitida en el hospital, el dolor estaba fuera de control. Ella me agarró del brazo, con los ojos llorosos, “Hay que mirar a los ojos, es la única manera en que puedo manejar este dolor.” Nos amamos con cada parte de nuestras almas.

Jen me enseñó a amar, a escuchar, a dar y a creer en los demás y en mí mismo. Nunca he sido tan feliz como lo fuí durante este tiempo.

A lo largo de nuestra batalla tuvimos la suerte de tener un fuerte grupo de apoyo, pero todavía costaba conseguir que la gente entendiera nuestro día a día y las dificultades que enfrentábamos. Jen estaba con dolor crónico de los efectos secundarios de casi 4 años de tratamiento y medicamentos. A los 39 años Jen comenzó a utilizar un andador y estaba agotada de estar constantemente al tanto de todos los golpes y moratones. Las estancias hospitalarias de más de 10 días no eran infrecuentes. Frecuentes visitas al médico batallando con las compañías de seguros. El miedo, la ansiedad y las preocupaciones eran constantes.

Lamentablemente, la mayoría de la gente no quiere escuchar estas realidades, y en ciertos puntos sentimos que se desvanecía nuestro apoyo. Otros supervivientes de cáncer comparten esta pérdida. La gente asume que el tratamiento te hace mejor, que las cosas se hacen bien, que la vida vuelve a la “normalidad.” Sin embargo, no hay normalidad en la tierra del cáncer. Los supervivientes de cáncer tienen que definir un nuevo sentido de la normalidad, con frecuencia diaria. ¿Y cómo pueden los demás entender lo que teníamos que vivir todos los días?

Mis fotografías muestran la vida cotidiana. Ellas humanizan el rostro del cáncer, en la cara de mi esposa. Muestran el reto, la dificultad, el miedo, la tristeza y la soledad a las que enfrentamos, que Jennifer enfrentó, mientras luchaba con esta enfermedad. Lo más importante de todo es que ellas demuestran nuestro amor. Estas fotografías no nos definen, sino que somos nosotros.

El cáncer está en las noticias todos los días, y tal vez, a través de estas fotografías, la próxima vez que un paciente con cáncer se pregunte cómo a él o a ella le va, junto con la escucha, la respuesta será encontrada con más conocimiento, empatía, comprensión más profunda, y sincera y cariñosa preocupación.

“Ama cada fragmento de las personas en tu vida.” – Jennifer Merendino

Angelo Merendino


La batalla que no elegimos

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